En mi interior bulle la edad de piedra.
Inmisericorde pule sus aristas sobre la calma.
Me toma de la mano.
No, es mejor decirlo así: me arrastra consigo
hasta la casa donde guardo el oro
y la miseria.
Las ratas salen a recibirnos
emotivas, chillonas.
Cuánta ternura guardan sus berridos.
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