16.10.11

Una cerveza como la noche del cavernícola: terrible, amargamente oscura. En eso pienso.
Pienso en una boca que se abre como las puertas del cielo;
mejor dicho: como la puerta de la habitación donde ella descubre la placidez del sueño.
Afuera espero que se abra esa puerta como una boca ansiosa que descubre la sencillez del beso.
Pienso en el cavernícola y en el insomnio que puebla sus ojos,
luego acerco los labios, apenas entreabiertos, en busca de la cerveza
que, terrible, amargamente, permanece ausente.
Como la otra puerta: cerrada.

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