Como una ciudad se fundan los celos,
en los terrenos más inhóspitos
los más insospechados.
Incluso la geografía más abrupta sirve:
un lago, una serranía, el desierto.
Sus primeros habitantes llegan silenciosos
como sombras, sin imaginar
la empresa que comenzarán.
Cualquier motivo basta para fundar los celos,
como cualquier motivo basta para fundar ciudades:
el descarrilamiento de un tren,
una profecía, una alucinación,
la muerte de un hombre que ha perdido una apuesta.
Cualquier piedra, también, fundamenta las ciudades,
sobre todo las rocas sin personalidad, las más inofensivas
sirven para construir, en ambos casos.
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