18.8.15

Las piedras en la mano.


Ya la calle está cerrada, disfrazada de colores por manos laboriosas de hombres extraños, que han pasado su vida entera bajo el techo de sus casas, ermitaños, gruñones, desaseados; ya la calle se ilumina en el ocaso, sin lámparas o cocuyos surcando el aire.

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