En el paladar revolotea la paloma indulgente del recuerdo: larga y prometedora la calle de Álvarez o Bravo, repletas de mezcal. El sempiterno Paquito desvelado por la sed de nuestras gargantas adolescentes, la bronca y el rocanrol en Kaltempan, la Colonia y toda la periferia de ese reino que tuvimos a bien llamar Acatlán.
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