30.6.14

Pongamos que Juvenal sale a la calle, que ésta tiene sobre sí la mano del invierno como la mano de un adulto sobre la cabeza dócil de un infante, que las tres o cuatro cuadras recorridas le ponen en el umbral del olfato aromas distantes, de otra tierra y de otro tiempo; que el alumbrado público parpadea con la insistencia de una novia coqueta, que esta tierra tiene algo que deja todo estático, como una fotografía en perpetuo movimiento.

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