Yo sé que muero, que esta agonía
tan de mi propiedad, tan febril, tan roja,
es mi sino, es mi callado y es mi alforja.
Algo sabré: esta muerte es tiranía
del mismo Dios que me despoja,
que me acecha, me persigue, dia con día.
Yo moriré, es seguro -cuanta alegría-,
y conmigo el dios, esa congoja,
se apagará también. Empuñaré
la fría guadaña. Esta lluvia que me moja
llamará a tu puerta: ya no tendré
ocasión de apaciguar tu pecho. Me enoja
esta frialdad, la lucidez que perderé,
esta rabia que me incendia y me remoja.
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