3.10.11

El nombre de la perra

Como una niña herida recorre la habitación, dejando tras de sí la filiación de sus lunares. Algunas tardes, lo sé, ha adquirido un brillo inusitado. Refieren los antiguos libros sus incontables nombres, sus sigilosos pasos, y la inasible tesitura de su abrazo.

Miento, sin embargo. En los rincones queda impregnado cuando pasa el aroma de su labio, ese cencerro.

Nada tendré en las manos, salvo esta llaga que se incendia por las noches.

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