3.10.11

Este hueco que bulle en el medio del estómago,

esta herida que supura y que no cierra,

esta espina que se encarna y que se entierra

en el pulgar de la desesperacion. Este trago

evaporándose, pálido, en mi mano. El mago

de tus ojos acosándome, la misma tierra

que hendió tu planta hoy me fija y enumera

los fallos de esta mano. Sé que otra cosa no hago:

pensar en los andamios que juntos recorrimos,

repasar en el insomnio tu voz y el inventario

en que figura mi silueta, no mi nombre. Fuimos

otros y más salvos, pero esa hora es del osario:

también la dicha. Nos queda acaso el gris calvario,

la marca de este fuego en el que una tarde ardimos.

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