Digamos que la noche se sienta detrás de la casa a cepillar su cabellera, que mira las telarañas de los rincones y suspira, se pregunta para qué servirá tanta teja maltratada por el frío, por el viento y por la lluvia. Digamos que suelta una lágrima y vuelve a suspirar, esperando por mis pasos que no llegan.
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