3.10.11

Digamos que allá lejos, en la última fila del paisaje, hay un caserío de empinadas calles; por ellas las mujeres pasean sus cuerpos con la intención de ser admiradas por los hombres, aunque esta tarde todos se quedan en sus chozas, mirando la llovizna, esperando en sus camas, agonizantes, despreocupados, el fin del mundo.

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