31.8.11


Sabes que soy la sangre, el mismo fuego
que pudo incendiar tus vestidos y tu casa,
el fantasma pretendido y la amenaza,
que soy siempre, eterno, el juego

donde perdemos los dos. La causa
del destierro; este pérfido trasiego
entre podridos muros, soy el ciego
que tropieza con el humo y con la brasa

de tu aroma. Sabes que soy la sangre
que te funda, la oración para tu calma.
Sabes que en este pecho late un hombre,

que ese hombre durmió en tu misma cama,
que te cubrió del frío y te sació tu hambre,
que te arrulló, que te busca, que te llama



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