Leer tus pequeñas cartas es volver a mirarte, abrir la ventana y dejar entrar la luz como a una cuchilla.
Por favor no te calles. No dejes a tu mano inerte sobre la mesa, déjame seguirte imaginando con el pelo cayendo sobre tu hombro izquierdo, y la luz de tu habitación manchando el sillón donde casi nunca te sientas a leer.
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