Andamos como perros desnudos por la vida, desganados y pletóricos, ebrios de nosotros mismos; somos petardos que revientan en un carnaval, a la par de otros miles de petardos tanto o más escandalosos que nosotros.
Intento descubrirte, Lesbia, nombrarte por fin con la palabra que te abarque desde las coyunturas de tu insomnio hasta los ángulos filosos de tu boca, puerta húmeda.
Bramido mi voz te busca a tientas, te persigue por los entresijos de la muchedumbre, le tiende trampas a tu fugacidad de espuma, enloquece tras de ti, pero no te halla.
Sólo en los rincones perfumados en que se guarda el insomnio y sus caballos, solo, y con la fiebre mesando mis cabellos, vuelvo el rostro y te encuentro por fin, espejo que me has de abandonar.
Intento descubrirte, Lesbia, nombrarte por fin con la palabra que te abarque desde las coyunturas de tu insomnio hasta los ángulos filosos de tu boca, puerta húmeda.
Bramido mi voz te busca a tientas, te persigue por los entresijos de la muchedumbre, le tiende trampas a tu fugacidad de espuma, enloquece tras de ti, pero no te halla.
Sólo en los rincones perfumados en que se guarda el insomnio y sus caballos, solo, y con la fiebre mesando mis cabellos, vuelvo el rostro y te encuentro por fin, espejo que me has de abandonar.
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