16.11.08

evora

Évora:

De una calle estrecha te escribo. Las baldosas húmedas miran fijamente al firmamento, sorpresivo, un gato salta en medio del silencio y deja sobre el pavimento lejano el plumaje de un canario muerto y en mi pecho un motín de mis fieras amaestradas. Las nubes corretean en busca de no sé qué firmamentos o simbióticas tormentas, un par de amantes se guarecen bajo la marquesina de un edificio en ruinas: pronto ése será el aspecto de su amor, que ahora parece inextinguible. Acurrucado bajo un montón de basura miro pasar a los transeúntes y a las horas.
Tu perfume como una lengua desatada me persigue a cualquier sitio al que llego, aquí, entre la basura, también. A ratos me parece oir tus pasos, restallando como supernovas en la alameda, volcanes en el insomnio en que me retuerzo.
No te extraño, Évora, al contrario, quiero librarme de tu recuerdo como de una cadena triste, aunque me cueste la cordura y esta libertad de ratas enfebrecidas.

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