No llames a una puerta donde Nadie te espera,
apoltronado en su mecedora de ojos incendiarios.
Si hemos sido reyes mientras nos hundíamos, acero helado, dentro de la carne enemiga,
si fuimos dioses pisoteando la sangre derramada de los otros,
destruyendo al otro mientras nos destrozábamos el interior,
no llames a una puerta donde Nadie te espera.
Apoltronado en su mecedora de ojos medusinos te aguarda;
aguarda que arribes ojeroso y ruin
a su lecho de matrona indivisible
Nadie prepara el abrazo y la caricia que te han de bautizar hombre solo.
Las calles se harán más amplias y más callados los cerrojos de la noche
cuando llames a esa puerta donde Nadie como un ídolo hambriento
de ofrendas te espera impaciente.
2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario