Un jardín sin hormigas nunca es un jardín, me dijo alguien.
Entonces, me pregunto:
¿cualquier páramo deshabitado de cenzontles y carroñeros nostálgicos,
gobernado apenas por el azar y las horas,
cualquiera, mientras dé cobijo a un hormiguero,
es un jardín?
¿Es entonces mi torso desecado un jardín
cuando por las noches las hormigas le arrancan jirones muertos de piel?
¿Es mi cuerpo todo un jardín sin más flores que la ausencia?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario