sobrarán los diálogos, las pesadas piedras
de la lengua
entre los huesos y la carne crecerán
animales displicentes que sabrán
morder la cantera del sueño,
nada harán, y nadarán en el lago
quieto de la sangre nuestra,
relinchando, bufando. Otra vez
nos haremos viejos al caer
la tarde
entonces crecerá nuestra ciudad
con los recuerdos
como la tela del arácnido
que escapa del rocío
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