1.5.09

E

Supongo que soy el último, que mientras llueve en Nixtal-Ucum y a una pared le duele la voz de un hombre muerto hace siglos, las abejas volarán a buscarte, aunque su hambre sea de polen y tú estés hecha de otra materia menos portátil, que todos los hombres habrán soñado alguna vez con tus ojos de amatista, tu perfil de diosa egipcia, y al despertarse sintieron un vacío bajo el abrazo, que después de soñarte saben que han perdido para siempre la calma y la esperanza de encontrarte, porque cuando eso suceda se habrán olvidado de tus colores, pero sabrán todavía que existes, que tus miedos son genuinos y hechiceros, que el humo de tus labios no es un recuerdo, sino una marca indeleble, un estigma.
Supongo que habrás mudado de canciones para cuando empiece a buscarte, que mañana te alcanzará la aurora y agitará tu falda cuando oscurezca, que un tipo cualquiera llamará a las ventanas de tu casa y quizá lo invites a pasar, que probablemente edificará un nido en las inmediaciones de tu pecho y nombrará con parsimonia cada rincón libre, cada puerto, cada atardecer que tengas guardados en el vientre, que yo seguiré siendo la distancia, la espina, el muro.

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