Temblando de miedo me empeño en hablarte en mi lengua natal, de piedras, de ríos, de lejanas humaredas, de inventivas y aguas mansas, de animales indefensos que cuando muerden o dejan estampado su beso en otra piel transmiten rabia y alucinaciones; me empeño en llamarte con los sonidos brumosos de mi lengua primera, como dibujándote en las madrugadas una fotografía en blanco y negro.
En mi pasado reciente y en este presente que ya se está yendo irremediable y sin fronteras, subrayo las letras de tu nombre con la voz que se me quedó pegada en los primeros días de este andar por la tierra oscura, magra, que luego nos dará cobijo. Mi voz de musgo escapa por las rendijas de la ventilación, atraviesa los patios, hiere las cortezas de los árboles, humedece el aire, revienta nubes, y baja luego a envolverte con sus silbidos de arena; se deshace al tocar tu voz de niña.
Entonces te pido por favor que me salves de vez en cuando de mi soledad.
En mi pasado reciente y en este presente que ya se está yendo irremediable y sin fronteras, subrayo las letras de tu nombre con la voz que se me quedó pegada en los primeros días de este andar por la tierra oscura, magra, que luego nos dará cobijo. Mi voz de musgo escapa por las rendijas de la ventilación, atraviesa los patios, hiere las cortezas de los árboles, humedece el aire, revienta nubes, y baja luego a envolverte con sus silbidos de arena; se deshace al tocar tu voz de niña.
Entonces te pido por favor que me salves de vez en cuando de mi soledad.
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