6.6.08

de las ausencias

-que valga como epitafio para la güera,
que nos ha dejado sin su desgarbado reir-


ni los tragos para salvarse a uno mismo de la indigestión
ni las madreselvas para adornar con su fragilidad las enmudecidas habitaciones
ni el murmullo acompasando la cal de los confesionarios
ni los sueños repitiéndose a la misma hora, mirándolos caminar bajo las aguas, peces como se fueron
ni el suspiro por sus huesos cuando el polvo los haya devorado, tierra que se reclama para sí misma
ni los juegos de luces en el patio, ahuyentando a otros fantasmas
ni las declaraciones de ausencia, vagidos destemplados
ni el miedo a la resurrección o al vacío, ningún miedo
ni las canciones
ni los tigres, selvas vírgenes, que con sus voces se extinguieron
ni las huellas
ni los vestidos
ni todas las mitologías

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